miércoles, 10 de noviembre de 2010

Nuevas subjetividades

El mundo que vivimos es complejo y en permanente transformación. Tanto el paradigma positivista, generador de los avances científicos e industriales del siglo XX, como la organización de los estados nacionales e instituciones que dieron lugar a una modernidad sólida, se han quebrado ante el impacto producido por las nuevas tecnologías. La profundidad de estos cambios sociales y culturales podemos observarlos a diario, en el seno familiar, en las instituciones educativas, en las consultas psicológicas, en definitiva: en las interacciones sociales y en el modo de constituir las representaciones de la propia subjetividad y las del mundo circundante.
Son frecuentes los comentarios de padres y de profesores de centros educativos de los niveles medio y superior, sobre hijos y alumnos, a quienes describen como apáticos, desmotivados y procastinadores. Comentarios que, si bien revisten diferentes tonos, de queja, de burla, de censura, de devaluación, de resignación, tienen en común, el desconcierto y la desorientación.
Sin embargo, ni apatía ni desmotivación ni procastinación es lo que demuestran hijos/alumnos cuando se quitan la mochila con la que asisten a la educación sistemática y se convierten en usuarios que interactúan con las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.
Los padres se preguntan: ¿Cuáles son los incentivos que necesitan para motivarse con las actividades del colegio o de la universidad; para participar más de la dinámica familiar o, empezar a pensar en su futuro? .
Los profesores se plantean: ¿cómo motivar a la juventud actual  en el ámbito educativo?, ¿cómo lograr su atención y una actitud más activa en dominios que no implican el uso de la tecnología como lo central?
Estos interrogantes y preocupaciones orientaron mi búsqueda hacia investigaciones realizadas sobre los cambios sociales y culturales desencadenados por los avances tecnológicos y el impacto de éstos en la sociedad del siglo XXI, especialmente entre los jóvenes.

Articulo escrito por Por María Cristina Lamas
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